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Los cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer

  • Foto del escritor: Gustavo Gandini
    Gustavo Gandini
  • 1 jun 2020
  • 5 Min. de lectura




Chaucer nació en la primera década de 1340 y murió hacia 1400. Se tiene un mejor registro de su vida en función de que trabajó en la corte del tercer hijo de Eduardo III, Lionel y su espose Elisabeth.

Fue acompañante de la pareja en la guerra de los Cien años (Francia e Inglaterra) y hay registro de que fue tomado prisionero y en 1360 fue pagado su rescate.

Sabemos también que estuvo en España como diplomático gestionando el paso de las tropas inglesas por Navarra.

En 1366 contrajo matrimonio con Philippa de Roet hija de un caballero al servicio de Edward III. Philippa fue a su vez dama de compañía de Constanza de Castilla, y durante el resto de su ida ambos (Chaucer y Philippa) estuvieron al servicio directo o indirecto de la corona.

En el ejercicio de sus funciones, Chaucer realizó numerosos viajes al continente, especialmente a Italia y a Francia, países con los que tuvo contacto de su literatura y con la obra de escritores que lo influyeron.

Todos estos datos no son de carácter menor ya que permiten apreciar varios temas importantes.

En primer lugar, la conexión del escritor co los círculos cortesanos en donde abundaban las intrigas y las maniobras de poder.

Su primera obra “The book of Duchess” es una elegía por la muerte de Blanche esposa de John of Gaunt (primer duque de Lancaster). La obra es de un claro estilo cortesano, con una fuerte influencia clásica (Ovidio) por un lado y francesa por otro. A pesar del clima cortesano del poema no hay que olvidar sobre el fondo social en el que se inscribe: la peste Negra, causante de la muerte de Blanche y las campañas bélicas llevadas adelante en el continente.

La vida de Chaucer señala, además, la fuerte exposición que tuvo Inglaterra a la cultura francesa.

La sociedad en la que se desenvolvía nuestro autor

Tres estamentos: nobleza y caballeros, estos últimos no necesariamente pertenecían a la aristocracia ero disfrutaban de rentas. En segundo lugar, el clero y en tercer lugar, las clases trabajadoras comprendidas por el campesinado y una capa cada vez más extensa de oficios y profesiones intermedias que darán origen a la burguesía.



Las mujeres constituían una especie de cuarto estamento, mencionadas siempre al final, apenas si figuran en los documentos de organización social.

Los documentos encontrados que van del siglo VIII al XIV muestran una división bien definida entre estamentos y un fuerte orden jerárquico. Esto en principio debido a la sacralización de la iglesia de las relaciones feudales. De todas maneras hacia principios del XIV comienza a verse presiones contra la rigidez del sistema gracias al crecimiento de las clases medias y la caída de los valores caballerescos.

Uno de los primeros puntos a tener en cuenta que Chaucer se sitúa en medio de esta dinámica de cambio. Hijo de un vinatero su trabajo lo instala en los círculos de la nobleza más alta, modificando su estatus (movilidad social).

Desde el punto de vista literario su relación con las clases sociales más pujantes de la época, la nobleza cortesana y la burguesía permiten por primera vez en la literatura inglesa encontrar registro del espectro social todo.

Otro aspecto destacable es el del lenguaje; Chaucer elije el dialecto de Londres para su escritura, lo que permite en el futuro la mantención y difusión de su obra.

Si en el plano lingüístico estamos en un momento de transición, lo mismo ocurre con el estadio de la literatura ya que pasa de una cultura eminentemente oral recitado frente a una audiencia a otra que tiene que ver con la lectura en solitario de manuscritos.


Los cuentos de Canterbury


La organización de la obra viene determinada por su argumento. El narrador emprende una peregrinación hacia la tumba de Saint Thomas a Becket y se encuentra en la posada llamada Tabard Inn, en Southwark. En esta posada, el posadero para amenizar la jornada propone un concurso de cuentos. Cada uno de los posaderos contará un cuento a la ida y a la vuelta y el ganador será invitado a una cena.



Chaucer no llegó a completar el proyecto (esta fue su última obra); de hecho, ni siquiera todos los peregrinos llegan a contar el primer relato. De los 29 solo 23 llegan a contar.

La estrategia de agrupar relatos con un pretexto cualquiera era común en la Edad Media: Las mil y una noches, El Decamerón de Boccaccio fueron obras sin duda conocidas por Chaucer. Por lo que la originalidad no debemos buscarla en su estructura sino en otros elementos.

En primer lugar, la variedad de personajes pertenecientes a un amplio espectro social. Cada uno de los personajes cuenta su historia respetando sus formas, modos, puntos de vista e idiosincrasia particular.

En segundo, los personajes dialogan entre sí, se provocan, se hacen alusión entre ellos, se responden, utilizan la sátira para responderse, devuelven la burla o la sátira de la que se sienten aludidos. El posadero es quien actúa como moderador, llamando al orden cuando es necesario; los personajes justifican su relato, piden entendimiento, opinan sobre otros relatos, son muy críticos y muchas veces responden con humor.

En tercer lugar, la figura del narrador que es quien engarza todos los relatos: el propio Chaucer. Aquí es recomendable entender la referencialidad casi total entre autor real, histórico, y autor textual, quien escribe la obra y decide el narrador y el narrador (Chaucer personaje). Como autor real Chaucer traslada ciertos aspectos de su vida y de su conocimiento de la floreciente cultura renacentista, llenando sus escritos de referencias a dioses, personajes y temas clásicos. Su condición burguesa también le permite conocer de manera cabal toda la gama de tradición popular. El narrador creado por Chaucer es intradiegético (es parte de la historia), es un peregrino que se llama como él.



Con cierto grado de inocencia, se dedica a narrar de manera “transparente” lo que escucha sin detenerse en la consecuencia de lo que efectivamente se narra. Esto le da al lector una posición privilegiada ya que le permite percibir todos los matices posibles dejando que este pueda entender la sátira que encierran muchos de los cuentos. Tenemos que tener en cuenta que la sátira es el recurso organizador de toda la obra.

En este punto, tenemos que destacar la relación de los peregrinos como propios narradores de sus relatos sin ningún tipo de mediación. Esto amplía y potencia el sentido de la sátira ya que el lector entiende la verdad última del personaje por sus acciones y no por las opiniones del narrador.

De esta manera, Chaucer utiliza una serie de filtros discursivos en pos de incrementar la sátira: por un lado, la del peregrino concreto, la del narrador y del autor textual que decide dotar al narrador de inocencia al transmitir lo que el peregrino cuenta.

En cuarto lugar, la narrativa misma reviste caracteres originales que podemos rastrear de dos tradiciones medievales: la del amor cortes y las de la “Fabliau” . Esta última surge alrededor de los siglos XII y XIII en conexión con el auge de la burguesía.

Las Fabliau son obras literarias de carácter popular de tintes realistas y naturalistas, en tono humorístico y satírico con un dejo de orientación didáctica, pero sin intenciones de profundidad. La exageración, la caricatura y el grotesco, la predilección por lo cotidiano y vulgar junto con un tono irreverente son rasgos distintivos de este género. Los personajes de este género son en general los de clase media baja: campesinos, comerciantes, clérigos, comadres, charlatanes, pícaros. La situación típica en los Fabliau es la de un triángulo amoroso formado por una mujer joven sensual, el marido viejo y celoso y un clérigo listo y seductor.

 
 
 

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